En Memorias de un Cortesano..., Balaguer dice que le repugnaba a sus sentimientos la costumbre dominicana “de enterrar apresuradamente a los muertos”. Lo marcó para siempre que el sepelio de su padre lo decidieran amigos y vecinos casi sin consultar a la familia a pocas horas de fallecer.
A su madre Celia Ricardo ñdoña Celiñ la veló por cuarentiocho horas, y a su hermana Enma por casi tres días, siempre en su casa, sin funerarias, sin pompas fúnebres, a la vieja usanza familiar...
En ambos casos fue él quien dispuso el día, la hora y la forma en que serían sepultadas.
La muerte de su madre fue para él un duro golpe ñmurió a los 97 añosñ, aunque no tan traumática como la de su padre que falleció de forma inesperada, a los 64.
Pero el fallecimiento de doña Enma, también inesperado y sorpresivo, produjo en Balaguer una especie de incredulidad y enojo, de negación y rechazo...
Porque doña Enma era que lo cuidaba, se ocupaba de sus alimentos, de la administración de la casa, de su vestido, le anudaba la corbata, le aliñaba el pelo... En fin, era parte de su vida cotidiana como no lo fue ninguna otra de sus hermanas.
Doña Enma llegó ser para Balaguer los ojos que hacía años habían perdido su luz.
Siempre vivieron juntos
Doña Enma no vivió nunca alejada de su único hermano varón. No salió jamás de la Máximo Gómez 25, de la casa principal, porque los últimos 30 años Balaguer ocupó un anexo de la parte trasera, con independencia aunque con un pasadizo interior.
Doña Enma no vivió nunca alejada de su único hermano varón. No salió jamás de la Máximo Gómez 25, de la casa principal, porque los últimos 30 años Balaguer ocupó un anexo de la parte trasera, con independencia aunque con un pasadizo interior.
Utilizaba el primer nivel de la casa como una especie de oficina donde recibía a los visitantes y donde pernoctaba la seguridad y el personal de servicio. Las áreas privadas de su vivienda estaban en el segundo nivel, donde vivió siempre con notable modestia.
Religiosa y devota de la Virgen de La Altagracia, tenía en su dormitorio un pequeño altar donde siempre había un lirio encendido, un reclinatorio, un sillón y una silla pequeña. En el centro estaba la cama.
Originalmente fue la habitación de doña Celi y Balaguer entraba con relativa frecuencia a conversar con su hermana como años antes lo hacía con su madre.
¡...Levántate, levántate!
Balaguer estaba en el Palacio Nacional poco después del mediodía del 4 de octubre de 1992 cuando le informaron que su hermana Enma había sufrido un percance cardíaco y que había sido llevada de urgencia a un centro hospitalario.
Balaguer estaba en el Palacio Nacional poco después del mediodía del 4 de octubre de 1992 cuando le informaron que su hermana Enma había sufrido un percance cardíaco y que había sido llevada de urgencia a un centro hospitalario.
Ya en ese momento ella estaba muerta... Pero nadie se atrevía a decírselo al Presidente con tal crudeza. El Presidente preguntó:
¿Pero Enma está muy mal...?
ó”Sí, Presidente. Está muy grave”, le respondió Pérez Bello.
No dijo una palabra más... Llegó a la casa cuando el cadáver ya estaba tendido en la cama... Se sentó en el sillón por unos segundos que parecieron horas.
De pronto se incorporó, deslizó ambas manos por la cama hasta que encontró el cadáver y le acarició el pelo... Le incorporó un poco la cabeza y le ordenó con la voz quebrada pero firme:
¡Enma, levántate... Párate. Tú no te puedes ir ahora... Ahora que tanto te necesito!
Todo el mundo lloró... Hasta los militares más durosÖ El momento fue dramático.
¡Balaguer quedó en shock, inconsolable...!
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