martes, 15 de octubre de 2013
En silla de ruedas por los aeropuertos
“No subir ni bajar maletas, y pedir silla de ruedas en cada aeropuerto”. Estas son las condiciones que me pone el cardiólogo para dejarme viajar luego de mi cirugía cardíaca. Previamente, el neumólogo indica una terapia intensa para mejorar mi capacidad pulmonar y la doctora responsable me pone una tarea en el viaje: hacer espirometría dos veces al día. Desde Prieto Tours, Elizabeth Reyes pide la silla de ruedas a American Airlines y a Iberia. Mi primer destino: Miami. Me acompaña mi hijo Alexis. Aterrizamos, y a la puerta está la silla. Su conductora nos lleva a una fila para el chequeo de migración. Según confiesa, nunca había tantos viajeros en silla, y el proceso es lento. El aire acondicionado está superfrío. Para la próxima traeré a mano un “sweater”. El día de salir a Madrid tarda un poco la silla, pero llega, y ha de pasar el chequeo de Aduanas. Mientras minuciosamente la examinan, una agente me permite sentar en una butaca del personal. Tras el eficiente desenvolvimiento en Miami, no esperaba la tardanza inexcusable al aterrizar en Madrid. Sí, había una silla de ruedas, la mía, pero la azafata informa que seis personas necesitan una, lo que obliga a irnos juntos en una plataforma que acudirá a buscarnos, cuando termine de desmontar el último pasajero. Mas no es así. Pasamos a bordo esperando 45 minutos. El capitán molesto, responsabiliza a la administración de este servicio que es del aeropuerto y al cual la aerolínea paga por este. (Al viajero no se le cobra). Cuando llega la plataforma, el empleado dice que Iberia solo había informado de una silla, no de seis. Montamos en la plataforma que nos conduce hasta una zona de migración, pero no hay sillas de ruedas disponibles. Están con otros vuelos. Trasgrediendo la orden del cardiólogo, decido hacer a pie el resto del trayecto. La oficial de migración me sugiere tomar los elevadores para caminar menos. Tiene razón. En la correa del equipaje, mi maleta da vueltas junto a las de un vuelo de Caracas. Pido a un pasajero bajarme por favor la mía. No puedo halarla (otra prohibición del médico, que me hizo comprar una maleta de 4 ruedas). Camino con extrema lentitud. Después, en mi vuelo a Barcelona y el de regreso a Madrid, aparece la silla de ruedas. Ahora queda por ver cómo será en mi vuelta de Madrid a Miami...
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